Resolución pacífica de conflictos

Con otras personas

Muchas de las recomendaciones para manejar los conflictos en la pareja también aplican a nuestros familiares, compañeros de trabajo, amigos e hijos. El mensaje principal, como lo dijimos anteriormente, es entender que el manejo de conflictos es una habilidad que requiere práctica constante y que necesita de herramientas de pensamiento, emocionales y comunicativas, así como de algunos conocimientos. Si nosotros mismos hacemos uso de estas habilidades en nuestra vida cotidiana es como si estuviéramos ayudando a nuestros hijos dándoles un “entrenamiento gratis” para que vean cómo se usan dichas habilidades desde el ejemplo en casa.

Una forma fácil para recordar cuáles son las habilidades que necesitamos en el manejo de conflictos es utilizar el acrónimo Tú C.R.E.A.S

Tomar perspectiva: debido a la diferencia de pensamientos y creencias, tomar perspectiva es esforzarse por entender el punto de vista del otro y no por tener la razón. Preguntémonos ¿Qué es lo que la otra persona necesita? ¿Por qué esto es importante para esta persona? ¿Por qué se está sintiendo así? ¿Cómo me sentiría yo en su lugar si tuviera esa necesidad o meta?

Comunicación: comunicarse efectivamente es uno de los ingredientes más importantes para resolver manejar conflictos. Una buena comunicación nos permite:

Ser asertivo: implica ser capaz de expresar nuestras opiniones y necesidades de manera no agresiva, es decir, sin imponernos o pasar por encima de los demás. El extremo contrario es callar o evitar expresar lo que necesitamos y quedarnos con nuestras necesidades insatisfechas.

Escuchar activamente: evitar malentendidos haciéndole saber a la otra persona que está siendo escuchada mediante parafraseo -repetir lo que la otra persona está diciendo pero en mis propias palabras-, clarificaciones -hacer preguntas para obtener más información sobre lo que dice la otra persona-, resúmenes -recolectar la posición de la otra persona y resumírselo a ella para aclarar posibles malentendidos o saber que están en la “misma página”- y validación de emociones, por ejemplo decir, “parece que te estás sintiendo muy triste con esta situación. Asimismo el lenguaje no verbal -mirar a los ojos, asentir-, también demuestra escucha activa.

Esperar al momento adecuado: en muchas ocasiones, y cuando sea posible, es útil buscar un momento oportuno para tener conversaciones sobre conflictos. Por ejemplo, si la otra persona ha tenido un día estresante en el trabajo y le duele la cabeza, probablemente es mejor buscar otra oportunidad para hablar sobre el tema.

Regular emociones negativas: durante peleas fuertes o discusiones se dan cambios corporales. En esos momentos todos experimentamos algunas respuestas fisiológicas que interfieren con nuestra capacidad de sentir empatía, de resolver problemas adecuadamente y de pensar estratégicamente, lo cual es complicado porque son precisamente esas herramientas las que son esenciales a la hora de resolver un conflicto. Hay estudios que han demostrado que una pausa de tan sólo 30 minutos para distraerse o relajarse en otra actividad, genera cambios drásticos en la capacidad de manejar conflictos efectivamente.

Entender mecanismos para manejo de conflictos: en caso de que ciertos conflictos requieran la participación de terceros y/o de que otras personas nos ayuden a resolverlo, es importante tener los conocimientos necesarios sobre los mecanismos disponibles como aquellos jurídicos -los jueces de paz y alternativos -como la mediación.

Alternativas creativas: cuando las partes involucradas en un conflicto se empeñan en imponer su posición -idea específica de cómo resolver la situación- en vez de expresar sus intereses, el conflicto se torna en una lucha de poder. Por esto, la capacidad de generar alternativas creativas para responder a los intereses y necesidades y no a las posiciones es una habilidad fundamental para el manejo efectivo de conflictos. Hacer lluvias de ideas sin descartar prematuramente opciones puede ayudar a expandir la creatividad con respecto a los acuerdos.

Ser ejemplo para niñas, niños y adolescentes: tener presente que como padres o cuidadores somos modelos permanentes de actitudes y habilidades para el manejo de conflictos. Al recordar constantemente que nuestras niñas, niños y adolescentes muy probablemente imitarán nuestras conductas y actitudes más frecuentes, seremos más cuidadosos al escoger las estrategias de manejo de conflictos.