En muchas ocasiones, nuestras emociones están condicionadas por nuestros pensamientos y creencias, las cuales a su vez suelen estar determinadas por nuestra cultura. Por ejemplo, un niño puede sentir asco o miedo frente a algunos roedores, como las ratas, porque le han enseñado que son animales que viven en las alcantarillas y pueden transmitir enfermedades. También es posible que el niño simplemente desarrolle esas emociones hacia las ratas porque ha observado a otros adultos gritar o correr cuando ven una. En ese caso, el mensaje implícito que ha aprendido el niño es que las ratas no son deseables y debemos tenerles miedo.
Identificar las creencias y pensamientos que alimentan las emociones
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a manejar sus emociones?
En algunas ocasiones, nuestras creencias y pensamientos intensifican nuestras emociones generando reacciones que nos hacen daño a nosotros mismos, a otras personas o a nuestras relaciones. Consideremos los siguientes casos para ejemplificar esta idea:
Martha piensa que todas las personas con tatuajes pertenecen a pandillas y son peligrosas. Por eso, cuando vio que María, una estudiante nueva que entró al colegio, tenía tatuajes, sintió miedo y la rechazó diciéndole a sus amigas que no se metieran con ella.
A Ramiro le han enseñado que si alguien le pega y él no pelea de vuelta, va a parecer como un “debilucho” y un “afeminado”. Un día, Genaro se burló de Ramiro. Ramiro sintió mucha rabia y pensó: “No me voy a dejar de este estúpido; le voy a demostrar que soy más fuerte que él”. Sus pensamientos hicieron que su ira aumentara, por lo que se peleó con Genaro a puños en la salida del colegio.
Milena iba caminando por el patio del colegio. Luciana pasó y le dio un empujón. Milena pensó: “Esta boba me empujó con culpa porque quería hacerme caer”. Sus pensamientos la llevaron a sentir mucha rabia contra Luciana, por lo que se volteó y la insultó.
Identificar las creencias y pensamientos que alimentan las emociones
Un primer paso para romper este ciclo es identificar los pensamientos o creencias que pueden estar afectando nuestras emociones. Tener conversaciones al respecto con las niñas, niños y adolescentes puede ayudar a guiarlos en este proceso de identificación. Algunas preguntas que podrían ser útiles para guiar reflexiones con las niñas, niños y adolescentes son: “¿Qué pensaste cuando sentiste (miedo, rabia, etc.)?
¿Por qué crees que esta situación en particular te hace sentir (ansioso, enojado, frustrado, etc.)?” La complejidad de las preguntas dependerá de la edad o etapa de desarrollo de las niñas, niños y adolescentes. A los más grandes se les puede explicar la relación entre emociones y pensamientos e invitarlos a escribir en un diario qué pensamientos o creencias hay detrás de sus experiencias emocionales.